
Ya hace un tiempo que correr se había convertido en una obligación.
Entrenar, apuntarme a carreras, la necesidad de evadirme… Un acto social para estar con las amigas y divertirme.
Pero llegaron lesiones que jamás me habían aparecido. Un esguince de tobillo me obligó a parar en plenas vacaciones y tras el parón, un viaje y al volver pocas ganas de seguir corriendo.